jueves, 12 de septiembre de 2013

La estrategia

Estrategia viene del griego strategós (jefe militar, general) y significa arte del mando militar, plan de acción. En administración, la estrategia cumple un papel fundamental en sus conceptos; hablamos de administración estratégica, planeación estratégica, del estratega, la estrategia como plan de acción, patrón de conducta, modelo a seguir. Es difícil determinar cuán importante se tornó este concepto en el ambiente empresarial, pero sin lugar a dudas, parte de la premisa de que pensando todo de manera estratégica (dando el mínimo posible de intervención al azar) se consigue el éxito competitivo.
No me voy a poner a disertar acerca de la estrategia en la administración porque es un tema muy largo y que requiere de un conocimiento profundo para llegar a la raíz si administrativamente es el camino a seguir. Por supuesto, tampoco considero que la intuición sea exclusivamente el camino del estratega, toda vez que para cada emprendimiento, las cuotas de intuición y suerte (las llamadas corazonadas) se apagan muy rápido si no se respaldan por un saber pragmático.
Lo que sí me gustaría hablar un poco de la estrategia aplicada a la vida, a lo cotidiano y rutinario de nosotros mismos. Generalmente cuando imaginamos el concepto, solemos representar un campo de ajedrez o uno de batalla, donde cada pieza por sí sola no es nada, pero en el batallón completo, bajo una serie de movimientos correctamente premeditados y estudiados, se llega a hacer un jaque mate o a vencer al enemigo. La estrategia está planteada para derrotar al otro, para obtener una posición mejor en términos competitivos y empresariales. Más de una vez, hemos desarrollado estos conceptos como parte de nosotros mismos, pensando movimientos posibles y reacciones que deberán acontecer del otro lado, qué jugada nos conviene más, qué gesto, qué palabra. Estratégicamente hablando podemos llegar a ser perfectos. Los movimientos se correlacionan entre sí y finalmente podemos llegar a dar el jaque, pero el problema está en que estos significantes no tienen en cuenta la existencia de un alto grado de incertidumbre. Somos imprevisibles, y en nuestras batallas, nos enfrentamos a personas y no a piezas de ajedrez.
Sun Tzu escribió “El arte de la guerra” que ha sido de mucha inspiración para quienes han estudiado y leído la administración estratégica. Se encuentra dentro de la ola de la escuela del posicionamiento, una de las escuelas prescriptivas de la administración. Nos comenta acerca de la persona como estratega, las cualidades que debe tener y cómo rodear al enemigo. Por supuesto que todo esto en principio fue escrito como un manual de guerra, que luego fue interpretado a fines empresariales. Dentro de algunas estrategias que leí, puedo enumerar las siguientes:
  • ·         Si tenemos una capacidad cinco veces mayor al enemigo, lo mejor es lograr rodearlo de forma tal que le bloqueemos el acceso y lo concentremos en un lugar
  • ·         Si tenemos capacidad dos veces mayor al enemigo, lo mejor es dividir al adversario de manera que se distraiga con la acción y podamos contraatacar desde otro lado

  • ·         Si se posee igualdad de condiciones, la estrategia depende exclusivamente del estratega, no dando recomendación para nada.
  • ·         Si se posee inferioridad de capacidades, se recomienda un repliegue expectante.

Esto lo voy a graficar con un ejemplo de parejas, que es lo más fácil de entender. Si nosotros sabemos que nuestra pareja está perdidamente enamorada de nosotros, y que por ende, tenemos todas las chances de sentirnos seguros con ella, la estrategia debe ser rodearla de manera tal de cortarle la posibilidad de interactuar con otro hombre/mujer que pueda despertar su interés (un poco absorbente, cosa que no comparto, pero la idea está en nunca hasta un extremo de posesividad, sino simplemente brindar lo mejor de uno para que valore nuestra presencia antes que la de cualquier otro/a). Si sabemos que corremos con una ventaja temporal en cambio, hay que dividir al otro, confundirlo. He llegado a la conclusión de que marear a la otra persona puede ser un punto a favor muchas veces, mientras sepamos bien qué estamos haciendo (generalmente yo he mareado al otro pero porque yo estoy confundida y sin saber qué hacer) Pero si, por ejemplo, un día somos totalmente cariñosos y al otro distantes, hacemos que la otra persona se confunda y piense más en nosotros. Todo esto por supuesto, como estrategia moderada y no extremista. Si corremos en desventaja (amores no correspondidos por ejemplo) lo ideal para mí es el repliegue estratégico. Alejarse un poco de la situación y tratar de analizar la realidad lo más objetivamente posible. En el amor, como en cualquier estrategia que se emprenda en la vida, todo es una cuestión de actitud. Contra más nos focalicemos en nosotros y más energía positiva destilemos, mayor serán nuestras chances de atraer lo que buscamos.
Kart von Clausewitz, quien escribe “De la guerra” y pertenece a la misma corriente de pensamiento que Sun Tzu, caracteriza a la estrategia de manera más puntual. Así por ejemplo, dice que una estrategia basada únicamente en la intuición es un fracaso rotundo. Cuántas veces nos hemos propuesto ciertos objetivos que no podremos alcanzar porque nos basamos en una “idea” exclusivamente y nunca formalizamos ese conocimiento. Otra de las características es que el objetivo es derrotar al enemigo y que no hay límites para ello. Quizás en la guerra todo se valga, pero en la vida no, y llegar a la meta a cualquier precio no es compatible con nuestra moral personal. Volvemos a otro axioma que es el máximo empleo de fortalezas (utilizando nuestra matriz FODA podemos ubicarnos del lado de las fortalezas y oportunidades, de manera que explotemos las cualidades positivas, dejando de lado las negativas). Los resultados de una estrategia nunca son absolutos  ni definitivos, sino que tenemos que estar predispuestos a los cambios. Hay que recordar que la estrategia es un plan de acción, y como todo plan implica tomar decisiones y atenernos a las consecuencias. Sabemos también que las decisiones nunca son totalmente transitorias, pero sin embargo hay que tener en cuenta que deben tener estabilidad. Para esto, las estrategias deben estar supeditadas a la visión empresaria; o lo que es lo mismo en nuestro caso, a un marco global que las rodee y les dé estabilidad. No es coherente establecer estrategias a lo loco, sin saber hacia dónde queremos ir. De allí que el término planeación estratégica se hace tan referente, ya que primero debemos situarnos en el objetivo, y de allí en más establecer una visión y una misión personal, pero eso va para los próximos posteos.
En definitiva, hay que establecer estrategias acordes a los distintos momentos de nuestra vida. No podemos interpretar la misma para cada situación, y mucho menos para cada etapa. Como en toda empresa, las personas tenemos un ciclo de vida que vamos cumpliendo, y los espacios temporales son necesarios para nuestro crecimiento y desarrollo. Desarrollar estrategias es parte natural de nuestras mentes, es común que ante determinada situación nos planteemos actuar de tal o cual forma para obtener el resultado que buscamos. Las estrategias son interesantes y atrapantes. A mí particularmente me fascinan por el hecho de que trato de interpretar todas las variables en mi vida como un tablero de ajedrez, cuyas jugadas tienen una previsibilidad y un control totalmente inalterables. Sin embargo, la experiencia indica que las estrategias pueden ser utilizadas en circunstancias específicas, y que todavía más, son impredecibles. Por lo tanto, el pensamiento estratégico nos sirve en lo cotidiano para ordenarnos y proyectarnos en pos de un objetivo concreto, nada más. Nos genera disciplina y determinación, dos cualidades necesarias para el éxito.
Pero también debemos primero definir qué es el éxito para nosotros, y allí el tema ya se extiende demasiado…


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