Estrategia viene del griego strategós (jefe militar, general) y
significa arte del mando militar, plan de acción. En administración, la
estrategia cumple un papel fundamental en sus conceptos; hablamos de
administración estratégica, planeación estratégica, del estratega, la
estrategia como plan de acción, patrón de conducta, modelo a seguir. Es difícil
determinar cuán importante se tornó este concepto en el ambiente empresarial,
pero sin lugar a dudas, parte de la premisa de que pensando todo de manera
estratégica (dando el mínimo posible de intervención al azar) se consigue el
éxito competitivo.
No me voy a poner a disertar
acerca de la estrategia en la administración porque es un tema muy largo y que
requiere de un conocimiento profundo para llegar a la raíz si
administrativamente es el camino a seguir. Por supuesto, tampoco considero que
la intuición sea exclusivamente el camino del estratega, toda vez que para cada
emprendimiento, las cuotas de intuición y suerte (las llamadas corazonadas) se
apagan muy rápido si no se respaldan por un saber pragmático.
Lo que sí me gustaría hablar un
poco de la estrategia aplicada a la vida, a lo cotidiano y rutinario de
nosotros mismos. Generalmente cuando imaginamos el concepto, solemos
representar un campo de ajedrez o uno de batalla, donde cada pieza por sí sola
no es nada, pero en el batallón completo, bajo una serie de movimientos
correctamente premeditados y estudiados, se llega a hacer un jaque mate o a
vencer al enemigo. La estrategia está planteada para derrotar al otro, para
obtener una posición mejor en términos competitivos y empresariales. Más de una
vez, hemos desarrollado estos conceptos como parte de nosotros mismos, pensando
movimientos posibles y reacciones que deberán acontecer del otro lado, qué
jugada nos conviene más, qué gesto, qué palabra. Estratégicamente hablando
podemos llegar a ser perfectos. Los movimientos se correlacionan entre sí y
finalmente podemos llegar a dar el jaque, pero el problema está en que estos
significantes no tienen en cuenta la existencia de un alto grado de incertidumbre.
Somos imprevisibles, y en nuestras batallas, nos enfrentamos a personas y no a
piezas de ajedrez.
Sun Tzu escribió “El arte de la
guerra” que ha sido de mucha inspiración para quienes han estudiado y leído la
administración estratégica. Se encuentra dentro de la ola de la escuela del
posicionamiento, una de las escuelas prescriptivas de la administración. Nos
comenta acerca de la persona como estratega, las cualidades que debe tener y
cómo rodear al enemigo. Por supuesto que todo esto en principio fue escrito
como un manual de guerra, que luego fue interpretado a fines empresariales.
Dentro de algunas estrategias que leí, puedo enumerar las siguientes:
- · Si tenemos una capacidad cinco veces mayor al enemigo, lo mejor es lograr rodearlo de forma tal que le bloqueemos el acceso y lo concentremos en un lugar
- · Si tenemos capacidad dos veces mayor al enemigo, lo mejor es dividir al adversario de manera que se distraiga con la acción y podamos contraatacar desde otro lado
- · Si se posee igualdad de condiciones, la estrategia depende exclusivamente del estratega, no dando recomendación para nada.
- · Si se posee inferioridad de capacidades, se recomienda un repliegue expectante.
Esto lo voy a graficar con un
ejemplo de parejas, que es lo más fácil de entender. Si nosotros sabemos que
nuestra pareja está perdidamente enamorada de nosotros, y que por ende, tenemos
todas las chances de sentirnos seguros con ella, la estrategia debe ser
rodearla de manera tal de cortarle la posibilidad de interactuar con otro
hombre/mujer que pueda despertar su interés (un poco absorbente, cosa que no
comparto, pero la idea está en nunca hasta un extremo de posesividad, sino
simplemente brindar lo mejor de uno para que valore nuestra presencia antes que
la de cualquier otro/a). Si sabemos que corremos con una ventaja temporal en
cambio, hay que dividir al otro, confundirlo. He llegado a la conclusión de que
marear a la otra persona puede ser un punto a favor muchas veces, mientras
sepamos bien qué estamos haciendo (generalmente yo he mareado al otro pero
porque yo estoy confundida y sin saber qué hacer) Pero si, por ejemplo, un día
somos totalmente cariñosos y al otro distantes, hacemos que la otra persona se
confunda y piense más en nosotros. Todo esto por supuesto, como estrategia
moderada y no extremista. Si corremos en desventaja (amores no correspondidos
por ejemplo) lo ideal para mí es el repliegue estratégico. Alejarse un poco de
la situación y tratar de analizar la realidad lo más objetivamente posible. En
el amor, como en cualquier estrategia que se emprenda en la vida, todo es una
cuestión de actitud. Contra más nos focalicemos en nosotros y más energía
positiva destilemos, mayor serán nuestras chances de atraer lo que buscamos.
Kart von Clausewitz, quien
escribe “De la guerra” y pertenece a la misma corriente de pensamiento que Sun
Tzu, caracteriza a la estrategia de manera más puntual. Así por ejemplo, dice
que una estrategia basada únicamente en la intuición es un fracaso rotundo.
Cuántas veces nos hemos propuesto ciertos objetivos que no podremos alcanzar
porque nos basamos en una “idea” exclusivamente y nunca formalizamos ese
conocimiento. Otra de las características es que el objetivo es derrotar al
enemigo y que no hay límites para ello. Quizás en la guerra todo se valga, pero
en la vida no, y llegar a la meta a cualquier precio no es compatible con
nuestra moral personal. Volvemos a otro axioma que es el máximo empleo de
fortalezas (utilizando nuestra matriz FODA podemos ubicarnos del lado de las
fortalezas y oportunidades, de manera que explotemos las cualidades positivas,
dejando de lado las negativas). Los resultados de una estrategia nunca son
absolutos ni definitivos, sino que
tenemos que estar predispuestos a los cambios. Hay que recordar que la
estrategia es un plan de acción, y como todo plan implica tomar decisiones y
atenernos a las consecuencias. Sabemos también que las decisiones nunca son
totalmente transitorias, pero sin embargo hay que tener en cuenta que deben
tener estabilidad. Para esto, las estrategias deben estar supeditadas a la
visión empresaria; o lo que es lo mismo en nuestro caso, a un marco global que
las rodee y les dé estabilidad. No es coherente establecer estrategias a lo
loco, sin saber hacia dónde queremos ir. De allí que el término planeación estratégica
se hace tan referente, ya que primero debemos situarnos en el objetivo, y de
allí en más establecer una visión y una misión personal, pero eso va para los
próximos posteos.
En definitiva, hay que establecer
estrategias acordes a los distintos momentos de nuestra vida. No podemos
interpretar la misma para cada situación, y mucho menos para cada etapa. Como
en toda empresa, las personas tenemos un ciclo de vida que vamos cumpliendo, y
los espacios temporales son necesarios para nuestro crecimiento y desarrollo.
Desarrollar estrategias es parte natural de nuestras mentes, es común que ante
determinada situación nos planteemos actuar de tal o cual forma para obtener el
resultado que buscamos. Las estrategias son interesantes y atrapantes. A mí
particularmente me fascinan por el hecho de que trato de interpretar todas las
variables en mi vida como un tablero de ajedrez, cuyas jugadas tienen una
previsibilidad y un control totalmente inalterables. Sin embargo, la
experiencia indica que las estrategias pueden ser utilizadas en circunstancias
específicas, y que todavía más, son impredecibles. Por lo tanto, el pensamiento
estratégico nos sirve en lo cotidiano para ordenarnos y proyectarnos en pos de
un objetivo concreto, nada más. Nos genera disciplina y determinación, dos
cualidades necesarias para el éxito.
Pero también debemos primero
definir qué es el éxito para nosotros, y allí el tema ya se extiende demasiado…
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