Como el factor potenciador es el
de la identidad, nos vamos a centrar en este para el análisis del proceso.
Entendemos como identidad (por supuesto siguiendo al autor) como la sumatoria
de un conjunto de factores, llámese visión, misión, cultura organizativa y
estructura, que se combinan en un todo distintivo para el resto del mercado.
Traduciendo en limpio, es todo lo que como personas nos distingue del resto y
está formada tanto por lo que queremos de nosotros, lo que somos, cómo nos
comportamos y en qué modelos mentales nos esquematizamos.
A saber, la estructura es lo que
nos genera orden, pero no nos da identidad en el todo completo de la palabra.
Nos es importante pero no imprescindible. Así, el pensamiento y el esquema en
el que nos basamos nos ayudan a orientarnos hacia una conducta dada que nos
distingue, pero no nos determina como personas. Lo que realmente lo hace es el
cómo actuamos frente a determinadas acciones, en repetición en el tiempo por
supuesto. Porque tampoco podemos afirmar que una sola acción sea la que nos
juzgue como personas.
Los tipos de identidad expresadas
en el libro corresponden al tipo esencial, accidental y dinámica. Iremos desde
lo superficial a lo profundo. Definiremos la identidad dinámica a aquella que
surge de la interacción observador – empresa.
A nuestro criterio, corresponde a la interacción del medio con nuestro
propio yo. Es lo que mostramos al mundo, lo que dejamos ver. Es la especie de
máscara con la que nos enfrentamos al mundo y es la que se adapta
congruentemente a las diferentes situaciones (no somos siempre los mismos,
aunque en esencia no significa que seamos otros).
La identidad accidental se da por
circunstancias específicas. Así, el nombre, el número de documento, la
nacionalidad, la forma de vestir, son todas razones accidentales que salen de
lo común y que si bien nos diferencian del resto, distan de ser exactamente
nuestro ser.
La identidad esencial es la que
nos compete hablar hoy. Esta es la identidad dada por lo esencialmente puro de
nuestro propio yo. Es lo que somos, en el sentido estricto de la palabra. El
ser como algo permanente y atemporal. Este ser está dado por nuestros valores y
creencias, nuestras ideologías, moral y ética que nos llevan a actuar frente a
determinadas situaciones. Es el ADN psicológico, y que muchas veces inclusive
nosotros no lo podemos decodificar. La identidad esencial se puede intuir, pero
no puede ser vista completamente. El resto del mundo sabrá que somos personas
honestas por ejemplo, pero por el palpe de los actos en que nos hemos visto
siendo honestos, no porque puedan ver la causa de dicho comportamiento. Así,
podemos estar comportándonos de una manera para poder llegar a un fin oculto.
De cualquier manera, si bien se
intuye únicamente, la identidad esencial es muy evidente a largo plazo. Y no se
puede esconder. Uno no puede ocultar lo que se es, o lo que elige ser.
¿Qué tendrá que ver todo esto con
la entrada de hoy? Bueno, es muy simple a lo que quiero llegar. En el mundo
actual, el pragmatismo ha llevado a que las empresas busquen trabajar sobre sus
identidades dinámica y accidental. La identidad dinámica se ve, y la accidental
solo una parte. Pero es la famosa lavada de cara que se hacen a empresas (por ejemplo
a través de fraudulentas campañas de responsabilidad empresaria) que sólo
sirven para manifestar una realidad que en realidad no es. Estas empresas
suelen tener éxito al inicio, pero a la larga sus políticas no dan resultado,
porque actúan en la superficie y no sobre el fondo en cuestión.
Lo mismo sucede con nosotros. El
mismo pragmatismo impreso en la sociedad, nos lleva a verificarnos como
personas siempre y cuando nos mostremos de tal o cual manera. Somos mejores si
calzamos tal marca, si consumimos tal producto, si vamos a bailar o a comer a
tal lado, si estamos sonrientes todo el
tiempo, animados, fuertes, proactivos, entre muchos otros atributos que buscan
hacer en nosotros un modelo perfecto de persona. Estamos todo el tiempo
dedicándonos a vernos bien, cuando en
realidad deberíamos hacer algo por ser
mejores. Como cuando terminamos una relación, y nos enfocamos en vernos más
lindos, más felices, más divertidos, y salimos a todos lados y publicamos
frases en las redes sociales superadoras; y no está mal que lo intentemos, pero
trabajemos desde abajo hacia arriba y no desde arriba hacia abajo. Porque antes
de edificar el techo primero tenemos que fortalecer las columnas, sino como
personas vamos a estar fomentando la construcción de algo que se nos va a caer
encima en cualquier momento, y después ¿cómo levantás cientos de kilos de
paredes y escombros caídos? Es mucho más difícil.
Nosotros como personas somos como
el iceberg. El noventa por ciento de nuestra masa está dada por la identidad
esencial. Tan sólo el diez por ciento está integrado por la identidad
accidental y dinámica. Es lo que debemos entender, porque nos concentramos en
una pequeña parte creyendo que será el todo, y en realidad, lo que dejamos
afuera de nuestra visión es lo que realmente importa. Trabajemos desde ahora en
nuestra identidad esencial. Involucrémonos en hacer crecer nuestros valores, en
reafirmar creencias, en perfeccionar nuestra moral. Fomentemos nuestro espíritu
y nuestra alma. Hagámonos felices. Mimémonos.
Crezcamos desde la semilla hacia
la flor, y no intentemos pegar una flor a los parches. Porque la misma se
marchitará pronto.
Es un consejo nada más, de una
amiga a otro.
Los blogueo próximamente.
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