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Aceptar
que la realidad es temporalmente transitoria, circunstancialmente inestable y
fenoménicamente aparente. Esto es, aceptar que el tiempo es una cuestión
subjetiva de momentos y establecer en nuestra mente la finitud de los hechos.
No vamos a vivir relaciones eternas, ni trabajos eternos, ni alegrías o
tristezas infinitas. La vida es como una semirrecta compuesta de puntos
definidos. A saber, la realidad es vacilante y por lo tanto hay que estar
acordes a aceptar los posibles cambios. Esto se desprende de la temporalidad de
los acontecimientos y también de su dinamismo. ¿No nos hemos preguntado a veces
cómo es que hemos sido capaces de sentir o pensar, o decir ciertas cosas antes,
a las cuales hoy no estaríamos ni siquiera cerca de estar de acuerdo?
Temporalidad, e inestabilidad. Por último, la realidad está compuesta de
fenómenos externos (diferente a las circunstancias que es propio de la
estructura interna), cuya principal característica es su fachada respecto a
nosotros. No sabremos nunca a ciencia cierta qué es lo que sucede a nuestro
alrededor, únicamente podemos intuir, y de la misma manera interpretar, las
identidades que vamos percibiendo de los demás y del ambiente.
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La
realidad debe observarse en su historicidad como evolución de las
circunstancias que le han dado origen y su evolución en el tiempo. Mi realidad es esta por la serie de
acontecimientos que me han marcado tanto externa como interiormente. Yo soy
producto de mis propias decisiones, y por lo tanto mi realidad, (es decir lo
que me rodea, lo que me acontece) es también una derivación de lo que yo he
venido mostrando a lo largo del tiempo. Esto es un reflejo de mi propio yo
interior, y de mi evolución en el tiempo. Por eso muchas veces nos hemos
preguntado si nos merecemos lo que estamos viviendo, y a mi entera y subjetiva
opinión, generalmente la realidad es un eco de nuestra propia identidad interior.
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Los
fenómenos que la constituyen son dinámicos por la acción del tiempo, y por lo
tanto la apariencia de los mismos es cambiante. Todo lo que ocurre a
nuestro alrededor es dinámico, es decir que lo que hoy nos parece totalmente
terminante no lo es y que siempre hemos de encontrar una salida a los posibles
problemas. También a su vez, cuántas veces hemos visto la misma escena a lo
largo del tiempo y hemos tenido diferentes interpretaciones respecto a ella.
“La apariencia” ha cambiado y esto nos demuestra que nada, ni siquiera
nosotros, somos totalmente tajantes.
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Para
llegar a interpretar la esencia de los fenómenos de la realidad hay que
comenzar por sus elementos componentes, sin prescindir de las circunstancias
que le dieron origen. ¿Cómo nos damos cuenta si lo que nosotros vemos es lo
correcto? Generalmente nos enroscamos tratando de darle vuelta a las
situaciones que nos rodean de manera de verlas como un problema, como un nudo
que hay que desatar. Hay que aprender que lo que está a nuestro alrededor es un
todo que debe ser desagregado en sus partes componentes para entenderla como
realidad. Para entender el por qué de ciertas cosas, primero tengo que ver cuál
fue la causa de la situación, y luego cuales fueron las variables que la fueron
llevando a ello. ¿Soy una persona impulsiva? Buscar la razón o causa de por qué
lo somos, el hecho desencadenante. Las causas pueden ser los miedos a
equivocarse, o al rechazo, o a la presión. El hecho desencadenante puede estar
en la infancia, o puede ser una herida que hemos tenido recientemente de
alguien en quien habíamos confiado y nos decepcionó. Luego buscar la relación
de cada hecho impulsivo con nuestro propio interior, determinar las
circunstancias y cómo reaccionamos a los fenómenos. Interpretar la realidad con
juicio crítico, pero no criticando.
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Más allá
del hecho o fenómeno en sí, existe una realidad representada por el propio
observador y su estructura cognitiva. El observador condiciona la realidad,
es decir que si bien la realidad puede ser objetiva, nosotros y nuestra
percepción la subjetivan. Yo puedo mirar el mismo paisaje que vos, pero para mí
quizás me represente la armonía y la esperanza, y para vos la tristeza o la
melancolía. Ante la misma cara de la moneda, elegimos ver un detalle, una
variable que nos sobresale producto de nuestra psiquis interior. Somos lo que
hemos elegido ser, y vemos lo que elegimos ver también. Por lo tanto, lo
importante está en no sólo conocer las características, sino sobre todo
ponerlas en práctica. Cuando nos interrelacionamos con otras personas tenemos
que saber que somos ambas dos realidades subjetivas distintas, y que por lo
tanto, lo que el otro puede ver quizás no es lo mismo que lo que yo veo. Así,
la comunicación es la raíz sólida de toda estructura de interacción. Entender
la subjetividad del otro nos ayudará a comprender sus reacciones, y lo que para
nosotros en un momento fue un fenómeno extraño e ininteligible, pronto se
transformará en una circunstancia conocida, que aún continúa siendo temporal,
aún sigue siendo inestable y aparente, pero por lo menos, más intuida.