viernes, 20 de septiembre de 2013

Principios enumerados para la observación de la realidad


·         Aceptar que la realidad es temporalmente transitoria, circunstancialmente inestable y fenoménicamente aparente. Esto es, aceptar que el tiempo es una cuestión subjetiva de momentos y establecer en nuestra mente la finitud de los hechos. No vamos a vivir relaciones eternas, ni trabajos eternos, ni alegrías o tristezas infinitas. La vida es como una semirrecta compuesta de puntos definidos. A saber, la realidad es vacilante y por lo tanto hay que estar acordes a aceptar los posibles cambios. Esto se desprende de la temporalidad de los acontecimientos y también de su dinamismo. ¿No nos hemos preguntado a veces cómo es que hemos sido capaces de sentir o pensar, o decir ciertas cosas antes, a las cuales hoy no estaríamos ni siquiera cerca de estar de acuerdo? Temporalidad, e inestabilidad. Por último, la realidad está compuesta de fenómenos externos (diferente a las circunstancias que es propio de la estructura interna), cuya principal característica es su fachada respecto a nosotros. No sabremos nunca a ciencia cierta qué es lo que sucede a nuestro alrededor, únicamente podemos intuir, y de la misma manera interpretar, las identidades que vamos percibiendo de los demás y del ambiente.
·         La realidad debe observarse en su historicidad como evolución de las circunstancias que le han dado origen y su evolución en el tiempo. Mi realidad es esta por la serie de acontecimientos que me han marcado tanto externa como interiormente. Yo soy producto de mis propias decisiones, y por lo tanto mi realidad, (es decir lo que me rodea, lo que me acontece) es también una derivación de lo que yo he venido mostrando a lo largo del tiempo. Esto es un reflejo de mi propio yo interior, y de mi evolución en el tiempo. Por eso muchas veces nos hemos preguntado si nos merecemos lo que estamos viviendo, y a mi entera y subjetiva opinión, generalmente la realidad es un eco de nuestra propia identidad interior.
·         Los fenómenos que la constituyen son dinámicos por la acción del tiempo, y por lo tanto la apariencia de los mismos es cambiante. Todo lo que ocurre a nuestro alrededor es dinámico, es decir que lo que hoy nos parece totalmente terminante no lo es y que siempre hemos de encontrar una salida a los posibles problemas. También a su vez, cuántas veces hemos visto la misma escena a lo largo del tiempo y hemos tenido diferentes interpretaciones respecto a ella. “La apariencia” ha cambiado y esto nos demuestra que nada, ni siquiera nosotros, somos totalmente tajantes.
·         Para llegar a interpretar la esencia de los fenómenos de la realidad hay que comenzar por sus elementos componentes, sin prescindir de las circunstancias que le dieron origen. ¿Cómo nos damos cuenta si lo que nosotros vemos es lo correcto? Generalmente nos enroscamos tratando de darle vuelta a las situaciones que nos rodean de manera de verlas como un problema, como un nudo que hay que desatar. Hay que aprender que lo que está a nuestro alrededor es un todo que debe ser desagregado en sus partes componentes para entenderla como realidad. Para entender el por qué de ciertas cosas, primero tengo que ver cuál fue la causa de la situación, y luego cuales fueron las variables que la fueron llevando a ello. ¿Soy una persona impulsiva? Buscar la razón o causa de por qué lo somos, el hecho desencadenante. Las causas pueden ser los miedos a equivocarse, o al rechazo, o a la presión. El hecho desencadenante puede estar en la infancia, o puede ser una herida que hemos tenido recientemente de alguien en quien habíamos confiado y nos decepcionó. Luego buscar la relación de cada hecho impulsivo con nuestro propio interior, determinar las circunstancias y cómo reaccionamos a los fenómenos. Interpretar la realidad con juicio crítico, pero no criticando.

·         Más allá del hecho o fenómeno en sí, existe una realidad representada por el propio observador y su estructura cognitiva. El observador condiciona la realidad, es decir que si bien la realidad puede ser objetiva, nosotros y nuestra percepción la subjetivan. Yo puedo mirar el mismo paisaje que vos, pero para mí quizás me represente la armonía y la esperanza, y para vos la tristeza o la melancolía. Ante la misma cara de la moneda, elegimos ver un detalle, una variable que nos sobresale producto de nuestra psiquis interior. Somos lo que hemos elegido ser, y vemos lo que elegimos ver también. Por lo tanto, lo importante está en no sólo conocer las características, sino sobre todo ponerlas en práctica. Cuando nos interrelacionamos con otras personas tenemos que saber que somos ambas dos realidades subjetivas distintas, y que por lo tanto, lo que el otro puede ver quizás no es lo mismo que lo que yo veo. Así, la comunicación es la raíz sólida de toda estructura de interacción. Entender la subjetividad del otro nos ayudará a comprender sus reacciones, y lo que para nosotros en un momento fue un fenómeno extraño e ininteligible, pronto se transformará en una circunstancia conocida, que aún continúa siendo temporal, aún sigue siendo inestable y aparente, pero por lo menos, más intuida.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Hablemos un poco de la identidad

La ventaja competitiva para una empresa, está determinada por el valor empresario que se pueda lograr de la misma. Hugo Ocaña, establece en una ecuación presente en el libro “Dirección Estratégica de los Negocios” que el mismo valor puede ser entendido como el producto entre la identidad y la diferencia entre diferencia y eficiencia. Entendiendo por supuesto a la identidad como lo que proveen las personas de la misma organización, la diferencia como aquello que se origina de los procesos implementados y la eficiencia como una fórmula de recursos beneficio – costo.
Como el factor potenciador es el de la identidad, nos vamos a centrar en este para el análisis del proceso. Entendemos como identidad (por supuesto siguiendo al autor) como la sumatoria de un conjunto de factores, llámese visión, misión, cultura organizativa y estructura, que se combinan en un todo distintivo para el resto del mercado. Traduciendo en limpio, es todo lo que como personas nos distingue del resto y está formada tanto por lo que queremos de nosotros, lo que somos, cómo nos comportamos y en qué modelos mentales nos esquematizamos.
A saber, la estructura es lo que nos genera orden, pero no nos da identidad en el todo completo de la palabra. Nos es importante pero no imprescindible. Así, el pensamiento y el esquema en el que nos basamos nos ayudan a orientarnos hacia una conducta dada que nos distingue, pero no nos determina como personas. Lo que realmente lo hace es el cómo actuamos frente a determinadas acciones, en repetición en el tiempo por supuesto. Porque tampoco podemos afirmar que una sola acción sea la que nos juzgue como personas.
Los tipos de identidad expresadas en el libro corresponden al tipo esencial, accidental y dinámica. Iremos desde lo superficial a lo profundo. Definiremos la identidad dinámica a aquella que surge de la interacción observador – empresa.  A nuestro criterio, corresponde a la interacción del medio con nuestro propio yo. Es lo que mostramos al mundo, lo que dejamos ver. Es la especie de máscara con la que nos enfrentamos al mundo y es la que se adapta congruentemente a las diferentes situaciones (no somos siempre los mismos, aunque en esencia no significa que seamos otros).
La identidad accidental se da por circunstancias específicas. Así, el nombre, el número de documento, la nacionalidad, la forma de vestir, son todas razones accidentales que salen de lo común y que si bien nos diferencian del resto, distan de ser exactamente nuestro ser.
La identidad esencial es la que nos compete hablar hoy. Esta es la identidad dada por lo esencialmente puro de nuestro propio yo. Es lo que somos, en el sentido estricto de la palabra. El ser como algo permanente y atemporal. Este ser está dado por nuestros valores y creencias, nuestras ideologías, moral y ética que nos llevan a actuar frente a determinadas situaciones. Es el ADN psicológico, y que muchas veces inclusive nosotros no lo podemos decodificar. La identidad esencial se puede intuir, pero no puede ser vista completamente. El resto del mundo sabrá que somos personas honestas por ejemplo, pero por el palpe de los actos en que nos hemos visto siendo honestos, no porque puedan ver la causa de dicho comportamiento. Así, podemos estar comportándonos de una manera para poder llegar a un fin oculto.
De cualquier manera, si bien se intuye únicamente, la identidad esencial es muy evidente a largo plazo. Y no se puede esconder. Uno no puede ocultar lo que se es, o lo que elige ser.
¿Qué tendrá que ver todo esto con la entrada de hoy? Bueno, es muy simple a lo que quiero llegar. En el mundo actual, el pragmatismo ha llevado a que las empresas busquen trabajar sobre sus identidades dinámica y accidental. La identidad dinámica se ve, y la accidental solo una parte. Pero es la famosa lavada de cara que se hacen a empresas (por ejemplo a través de fraudulentas campañas de responsabilidad empresaria) que sólo sirven para manifestar una realidad que en realidad no es. Estas empresas suelen tener éxito al inicio, pero a la larga sus políticas no dan resultado, porque actúan en la superficie y no sobre el fondo en cuestión.
Lo mismo sucede con nosotros. El mismo pragmatismo impreso en la sociedad, nos lleva a verificarnos como personas siempre y cuando nos mostremos de tal o cual manera. Somos mejores si calzamos tal marca, si consumimos tal producto, si vamos a bailar o a comer a tal lado, si estamos  sonrientes todo el tiempo, animados, fuertes, proactivos, entre muchos otros atributos que buscan hacer en nosotros un modelo perfecto de persona. Estamos todo el tiempo dedicándonos a vernos bien, cuando en realidad deberíamos hacer algo por ser mejores. Como cuando terminamos una relación, y nos enfocamos en vernos más lindos, más felices, más divertidos, y salimos a todos lados y publicamos frases en las redes sociales superadoras; y no está mal que lo intentemos, pero trabajemos desde abajo hacia arriba y no desde arriba hacia abajo. Porque antes de edificar el techo primero tenemos que fortalecer las columnas, sino como personas vamos a estar fomentando la construcción de algo que se nos va a caer encima en cualquier momento, y después ¿cómo levantás cientos de kilos de paredes y escombros caídos? Es mucho más difícil.
Nosotros como personas somos como el iceberg. El noventa por ciento de nuestra masa está dada por la identidad esencial. Tan sólo el diez por ciento está integrado por la identidad accidental y dinámica. Es lo que debemos entender, porque nos concentramos en una pequeña parte creyendo que será el todo, y en realidad, lo que dejamos afuera de nuestra visión es lo que realmente importa. Trabajemos desde ahora en nuestra identidad esencial. Involucrémonos en hacer crecer nuestros valores, en reafirmar creencias, en perfeccionar nuestra moral. Fomentemos nuestro espíritu y nuestra alma. Hagámonos felices. Mimémonos.
Crezcamos desde la semilla hacia la flor, y no intentemos pegar una flor a los parches. Porque la misma se marchitará pronto.
Es un consejo nada más, de una amiga a otro.

Los blogueo próximamente. 

sábado, 14 de septiembre de 2013

Planificación

La planificación dentro de la Administración es una de las de las etapas del proceso más importante. Implica que primero ante todo se piensa, todo se inicia desde la mente. Las grandes ideas surgieron de la visualización de una persona en su cabeza.
Focalizar el objetivo es la etapa principal de toda Administración, tanto de Empresas como de índole personal. Si no determinamos la meta, nunca podremos llegar a alcanzarla. Lo imprescindible de esto es ¿Dónde estamos? Y ¿A dónde queremos llegar?
La planificación determina el camino, nos delimita el marco por el que luego vamos a movernos, pero también nos impulsa a la acción. Porque esta acción está dada por un objetivo a conseguir. Todos nosotros tenemos objetivos individuales a grandes rasgos, metas y sueños que queremos alcanzar en el futuro. La clave está en saber determinarlos para poder llegar a ellos.
Por lo tanto, la planificación guarda una estrecha relación con los objetivos, y para establecerlos, primero debemos enfocarnos en crear nuestra propia visión y misión personal. La visión empresarial es un concepto que engloba la misión, es algo así como el qué queremos ser y el qué somos. La visión es un término más general y espontáneo, no está delimitado por una estructura sino que es dónde nos vemos o a dónde queremos apuntar. En cambio la misión es más explicativa, es una serie de características, una especie de fotografía de nosotros mismos.
Generalmente, las empresas dan a conocer sus misiones porque es el reflejo de su estructura organizacional y de por qué fueron creadas. Así por ejemplo, la misión de Nike es “Traer la inspiración y la innovación a todos los atletas en el mundo. Si usted tiene un cuerpo, es un atleta” mientras que la declaración de Adidas es “Fabricar y comercializar ropa deportiva a nivel nacional e internacional. Y ofrecerles a nuestros clientes productos de alta calidad, para así cumplir con las necesidades de nuestros clientes ofreciéndoles mayor comodidad y confort”. Ambas empresas comercializan marcas deportivas, y aún así la misión no es la misma. La primera aduce una fuerte tendencia abstracta a incluir a todos los que la lean en su ámbito de mercado, es decir, Nike produce y vende para vos, para mí y para todos. Todos somos atletas. Refleja un alto grado de innovación y de la búsqueda de la originalidad. En cambio Adidas demuestra una especial atención a la calidad como factor preponderante de sus productos. Alta calidad para poder cumplir con las necesidades de sus clientes, ya no somos todos, sino sólo aquellos que buscan comodidad y calidad en el deporte. Esto significa que cada misión es única y propia, que da un carácter de identidad a quien la porta y que establece las bases de la cultura empresarial. En nuestro caso, la misión que formulemos para nuestra vida, es el objetivo máximo al que vamos a apuntar y es el marco que nos va a determinar los límites de nuestras propias acciones. Tener una misión de vida es importante porque es la que nos va a dar el rumbo fijo a seguir, de la cual se desprenden el resto de objetivos, planes, políticas y estrategias.
Así, un ejemplo de misión personal puede ser “Ser una persona de bien en todos los aspectos de mi vida, desarrollándome siempre desde lo proactivo y buscando soluciones optimistas a cada circunstancia que se me presente”
Es bueno pensar una misión personal porque requiere que nos sentemos a deliberar cuál es nuestro objetivo máximo. Qué lema vamos a ponernos como estandarte a seguir todos los días. Mi recomendación es pensar en nuestra misión y escribirla en un lugar donde la podamos ver a diario, para que nos recuerde constantemente hacia dónde estamos caminando.
La visión por otro lado, es la manera en la cual vamos a lograr la misión en nuestra vida. Algunas empresas la corresponden como “ser una empresa reconocida mundialmente”, “posicionarse en el mercado competitivo o mercado meta”, u otros conceptos similares o muy distintos. Nuevamente, la visión es correspondiente a cada caso particular, y si bien pueden ser similares, encierran una concepción de la realidad totalmente distinta una de la otra. También hay que recordar que la visión es más general que la misión, por lo tanto primero se define qué nos gustaría, y luego se parte de lo que somos y de lo que queremos ser todos los días. Así la visión que yo puedo proyectarme sería la de por ejemplo “Ser una mujer reconocida y valorada tanto en el ámbito familiar, personal como laboral; destacándome como madre, esposa, amiga, y profesional”
Es decir, en términos personales la visión es ciertamente la expresión de un deseo. Me gustaría ser una buena profesional, pero como misión tengo que desarrollar capacidades todos los días. Uno es el deseo, el otro es más concreto, es el camino a seguir. Podríamos hablar desde la perspectiva personal, que la visión es el destino y la misión es la escalera que nos lleva a él.

Una vez que nos hemos delimitado tanto la visión como la misión, el resto deviene solo. Los objetivos que nos vayamos planificando para llevar a la acción siempre van a estar englobados en lo general que antes hemos expuesto. Nunca vamos a saltar con un objetivo que sea “salir a robar un banco” si hemos correspondido a la misión anterior. Todo por lo tanto se dibuja bajo ese marco aceptable. Los objetivos a su vez serán pequeños escalones a alcanzar para llegar a la visión. Pero para saltar esos escalones, antes nos es necesario formular estrategias, y ahí partimos con el concepto anterior de enunciar estrategias para darnos un rumbo y no para acartonar nuestros movimientos. Finalmente, las estrategias siempre van a estar acompañadas de planes, rutinas, políticas, que vamos a ir flexibilizando de acuerdo a nuestras necesidades. Todo en pos de aquello que buscamos alcanzar en nuestras vidas, que a grandes rasgos tiene que ver con el hecho de llegar a ser personas completamente plenas y felices.

jueves, 12 de septiembre de 2013

La estrategia

Estrategia viene del griego strategós (jefe militar, general) y significa arte del mando militar, plan de acción. En administración, la estrategia cumple un papel fundamental en sus conceptos; hablamos de administración estratégica, planeación estratégica, del estratega, la estrategia como plan de acción, patrón de conducta, modelo a seguir. Es difícil determinar cuán importante se tornó este concepto en el ambiente empresarial, pero sin lugar a dudas, parte de la premisa de que pensando todo de manera estratégica (dando el mínimo posible de intervención al azar) se consigue el éxito competitivo.
No me voy a poner a disertar acerca de la estrategia en la administración porque es un tema muy largo y que requiere de un conocimiento profundo para llegar a la raíz si administrativamente es el camino a seguir. Por supuesto, tampoco considero que la intuición sea exclusivamente el camino del estratega, toda vez que para cada emprendimiento, las cuotas de intuición y suerte (las llamadas corazonadas) se apagan muy rápido si no se respaldan por un saber pragmático.
Lo que sí me gustaría hablar un poco de la estrategia aplicada a la vida, a lo cotidiano y rutinario de nosotros mismos. Generalmente cuando imaginamos el concepto, solemos representar un campo de ajedrez o uno de batalla, donde cada pieza por sí sola no es nada, pero en el batallón completo, bajo una serie de movimientos correctamente premeditados y estudiados, se llega a hacer un jaque mate o a vencer al enemigo. La estrategia está planteada para derrotar al otro, para obtener una posición mejor en términos competitivos y empresariales. Más de una vez, hemos desarrollado estos conceptos como parte de nosotros mismos, pensando movimientos posibles y reacciones que deberán acontecer del otro lado, qué jugada nos conviene más, qué gesto, qué palabra. Estratégicamente hablando podemos llegar a ser perfectos. Los movimientos se correlacionan entre sí y finalmente podemos llegar a dar el jaque, pero el problema está en que estos significantes no tienen en cuenta la existencia de un alto grado de incertidumbre. Somos imprevisibles, y en nuestras batallas, nos enfrentamos a personas y no a piezas de ajedrez.
Sun Tzu escribió “El arte de la guerra” que ha sido de mucha inspiración para quienes han estudiado y leído la administración estratégica. Se encuentra dentro de la ola de la escuela del posicionamiento, una de las escuelas prescriptivas de la administración. Nos comenta acerca de la persona como estratega, las cualidades que debe tener y cómo rodear al enemigo. Por supuesto que todo esto en principio fue escrito como un manual de guerra, que luego fue interpretado a fines empresariales. Dentro de algunas estrategias que leí, puedo enumerar las siguientes:
  • ·         Si tenemos una capacidad cinco veces mayor al enemigo, lo mejor es lograr rodearlo de forma tal que le bloqueemos el acceso y lo concentremos en un lugar
  • ·         Si tenemos capacidad dos veces mayor al enemigo, lo mejor es dividir al adversario de manera que se distraiga con la acción y podamos contraatacar desde otro lado

  • ·         Si se posee igualdad de condiciones, la estrategia depende exclusivamente del estratega, no dando recomendación para nada.
  • ·         Si se posee inferioridad de capacidades, se recomienda un repliegue expectante.

Esto lo voy a graficar con un ejemplo de parejas, que es lo más fácil de entender. Si nosotros sabemos que nuestra pareja está perdidamente enamorada de nosotros, y que por ende, tenemos todas las chances de sentirnos seguros con ella, la estrategia debe ser rodearla de manera tal de cortarle la posibilidad de interactuar con otro hombre/mujer que pueda despertar su interés (un poco absorbente, cosa que no comparto, pero la idea está en nunca hasta un extremo de posesividad, sino simplemente brindar lo mejor de uno para que valore nuestra presencia antes que la de cualquier otro/a). Si sabemos que corremos con una ventaja temporal en cambio, hay que dividir al otro, confundirlo. He llegado a la conclusión de que marear a la otra persona puede ser un punto a favor muchas veces, mientras sepamos bien qué estamos haciendo (generalmente yo he mareado al otro pero porque yo estoy confundida y sin saber qué hacer) Pero si, por ejemplo, un día somos totalmente cariñosos y al otro distantes, hacemos que la otra persona se confunda y piense más en nosotros. Todo esto por supuesto, como estrategia moderada y no extremista. Si corremos en desventaja (amores no correspondidos por ejemplo) lo ideal para mí es el repliegue estratégico. Alejarse un poco de la situación y tratar de analizar la realidad lo más objetivamente posible. En el amor, como en cualquier estrategia que se emprenda en la vida, todo es una cuestión de actitud. Contra más nos focalicemos en nosotros y más energía positiva destilemos, mayor serán nuestras chances de atraer lo que buscamos.
Kart von Clausewitz, quien escribe “De la guerra” y pertenece a la misma corriente de pensamiento que Sun Tzu, caracteriza a la estrategia de manera más puntual. Así por ejemplo, dice que una estrategia basada únicamente en la intuición es un fracaso rotundo. Cuántas veces nos hemos propuesto ciertos objetivos que no podremos alcanzar porque nos basamos en una “idea” exclusivamente y nunca formalizamos ese conocimiento. Otra de las características es que el objetivo es derrotar al enemigo y que no hay límites para ello. Quizás en la guerra todo se valga, pero en la vida no, y llegar a la meta a cualquier precio no es compatible con nuestra moral personal. Volvemos a otro axioma que es el máximo empleo de fortalezas (utilizando nuestra matriz FODA podemos ubicarnos del lado de las fortalezas y oportunidades, de manera que explotemos las cualidades positivas, dejando de lado las negativas). Los resultados de una estrategia nunca son absolutos  ni definitivos, sino que tenemos que estar predispuestos a los cambios. Hay que recordar que la estrategia es un plan de acción, y como todo plan implica tomar decisiones y atenernos a las consecuencias. Sabemos también que las decisiones nunca son totalmente transitorias, pero sin embargo hay que tener en cuenta que deben tener estabilidad. Para esto, las estrategias deben estar supeditadas a la visión empresaria; o lo que es lo mismo en nuestro caso, a un marco global que las rodee y les dé estabilidad. No es coherente establecer estrategias a lo loco, sin saber hacia dónde queremos ir. De allí que el término planeación estratégica se hace tan referente, ya que primero debemos situarnos en el objetivo, y de allí en más establecer una visión y una misión personal, pero eso va para los próximos posteos.
En definitiva, hay que establecer estrategias acordes a los distintos momentos de nuestra vida. No podemos interpretar la misma para cada situación, y mucho menos para cada etapa. Como en toda empresa, las personas tenemos un ciclo de vida que vamos cumpliendo, y los espacios temporales son necesarios para nuestro crecimiento y desarrollo. Desarrollar estrategias es parte natural de nuestras mentes, es común que ante determinada situación nos planteemos actuar de tal o cual forma para obtener el resultado que buscamos. Las estrategias son interesantes y atrapantes. A mí particularmente me fascinan por el hecho de que trato de interpretar todas las variables en mi vida como un tablero de ajedrez, cuyas jugadas tienen una previsibilidad y un control totalmente inalterables. Sin embargo, la experiencia indica que las estrategias pueden ser utilizadas en circunstancias específicas, y que todavía más, son impredecibles. Por lo tanto, el pensamiento estratégico nos sirve en lo cotidiano para ordenarnos y proyectarnos en pos de un objetivo concreto, nada más. Nos genera disciplina y determinación, dos cualidades necesarias para el éxito.
Pero también debemos primero definir qué es el éxito para nosotros, y allí el tema ya se extiende demasiado…